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SÉPTIMA POESÍA VERTICAL
poezie [ ]

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de [Roberto_Juarroz ]

2004-08-04  | [Acest text ar trebui citit în espanol]    |  Înscris în bibliotecă de lucia sotirova





9

Toda palabra llama a otra palabra.

Toda palabra es un imán verbal,

un polo de atracción variable

que inaugura siempre nuevas constelaciones.

Una palabra es todo el lenguaje,

pero es también la fundación

de todas las transgresiones del lenguaje,

la base donde se afirma siempre un antilenguaje.

Una palabra es todavía el hombre.

Dos palabras son ya el abismo.

Una palabra puede abrir una puerta.

Dos palabras la borran.


16

¿Es la poesía un pretexto de la locura?

¿O es la locura un pretexto de la poesía?

¿O las dos son un pretexto de otra cosa,

de otra cosa excesivamente justa

y que no puede hablar?

(a Elkin Restrepo)


38

La mano se extiende,

pero a mitad de camino

a detiene una imagen.

Y se marcha entonces con ella,

no para poseerla

sino tan sólo para entrar en su juego.

La mano ha comenzado a enamorarse en el camino

y así la posesión y el don se le escapan.

La mano ha cambiado su destino

por un vuelo que no es el vuelo del pájaro,

sino un abandono a las mareas que no tienen costa

o a los desequilibrios de una sabiduría diferente.

La mano ha renunciado a su objeto

y ha adquirido el valor de su distracción.

La mano ha renunciado a salvarse.


43

Estoy contigo.

Pero por encima de tu hombro

me dice adiós tu mano que se aleja.

Entonces yo contengo mi mano

para que no nos traicione ella también.

E insisto:

estoy contigo.

Los innegables títulos del adiós

abandonan entonces provisoriamente sus derechos.

Y nuestras manos se aquietan

en las equidistancias de estar juntos.


112

Inventar el regreso del mundo

después de su desaparición.

E inventar un regreso a ese mundo

desde nuestra desaparición.

Y reunir las dos memorias,

para juntar todos los detalles.

Hay que ponerle pruebas al infinito,

para ver si resiste.


5

El vacío de la mano cerrada

es mayor que el de la mano abierta,

pero no basta abrir la mano

para que disminuya el vacío:

es preciso también abrir el aire que la envuelve,

las sombras de la mano,

el recuerdo de las formas que tuvo.

Para abreviar el vacío

Hay que abreviar también el mundo.


13

El centro del amor

no siempre coincide

con el centro de la vida.

Ambos centros se buscan entonces

como dos animales atribulados.

Pero casi nunca se encuentran,

porque la clave de la coincidencia es otra:

nacer juntos.

Nacer juntos,

como debieran nacer y morir

todos los amantes.


18

Fisuras interiores,

grietas por donde se filtra gota a gota

el líquido espeso y apremiante

de esa invasión profunda

que llamamos oración.

La oración, que no es algo que se reza

sino una inclasificable sustancia

que no está hecha de un decir,

aunque a veces se abrigue con palabras

o fragmentos de palabras,

como el sueño se viste de fábulas rotas,

con desarticuladas historias que descarrilan al pensamiento

y encarrilan, en cambio, el sagrado estupor

que tapiza el lado oculto de los seres.

La oración y el sueño se parecen:

son dos entidades o elementos

que gotean en los entresijos de una nada

que se asemeja a algo.

¿Qué ocurriría si se abrieran de pronto

esos lentos arcaduces,

esos estrechos canales

por donde se filtra la oración

y quizá también el sueño?

¿Se mezclarían ambos acaso?

¿Un torrente arrastraría al hombre

desde su propio interior?

¿O tal vez sólo la oración continuaría goteando,

implacablemente goteando

con el mismo ritmo y la misma medida

por la imprevista abertura?

Es probable que la oración sea una parte fija,

una porción estable

de la naturaleza de cada hombre,

la aplicación de una discretísima posología,

una cuota inmodificable como el sueño.

La dosis establecida

de una extraño y casi abrumador rescate

que llevamos en el centro

de nuestra propia sustancia.


2

No se trata de hablar,

ni tampoco de callar:

se trata de abrir algo

entre la palabra y el silencio.

Quizá cuando transcurra todo,

también la palabra y el silencio,

quede esa zona abierta

como una esperanza hacia atrás.

Y tal vez ese signo invertido

constituya un toque de atención

para este mutismo ilimitado

donde palpablemente nos hundimos


73

Decimos lo que decimos

para que la muerte no tenga

la última palabra.

¿Pero tendrá la muerte

el último silencio?

Hay que decir también el silencio.


(En Poesía vertical 1983/1993, Emecé, 1993.)


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